El poder de los introvertidos: un libro de interés para los profesores

Publicado en Vanguardia Educativa (Monterrey, México), nº 18, 2014


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María Rosa Espot y Jaime Nubiola
El poder de los introvertidos en un mundo incapaz de callarse (RBA, Barcelona, 2012) es el título del magnífico libro de Susan Cain en el que, de manera brillante y argumentada, destaca las cualidades y los beneficios del modo de ser introvertido en una sociedad que sobrevalora y fomenta la extroversión. "Sin introvertidos —escribe Cain— el mundo estaría privado de la teoría de la relatividad, la teoría de la gravedad, los nocturnos de Chopin, Google o Harry Potter" (p. 21). La investigación de Susan Cain muestra —al contrario de lo que piensa una gran mayoría— que no hay correlación alguna entre extroversión y liderazgo (p. 88), así como entre extroversión y tener ideas geniales (p. 117).

Es más, Cain hace patente con ejemplos reales que la creatividad es muchas veces mayor cuando se trabaja en solitario. Esta afirmación en una época que tiende a sobrevalorar el trabajo en equipo, resulta muy llamativa.

La cooperación se ha convertido en uno de los medios principales de aprendizaje en las aulas. Con este método se pretende —entre otras cosas— que los alumnos participen activamente en clase. Lograr la participación de todos los alumnos no es tarea fácil; muchos profesores para lograrlo hacen que la participación en clase forme parte de la nota de su asignatura. Sin embargo, mientras que para los alumnos extrovertidos tomar la palabra es algo grato y relativamente fácil, para la gran mayoría de los alumnos introvertidos cualquier intervención en clase les supone un gran esfuerzo, algo que tienen que padecer. Cuántos profesores que no saben esto y "machacan" a esos alumnos obligándoles a comportarse de una forma del todo opuesta a su manera de ser. En este sentido, el libro de Susan Cain aporta al profesor muchos datos sobre el modo de ser introvertido y numerosas pistas sobre la manera de sacar a la luz lo mejor de esos alumnos reservados, callados y sensibles que, por suerte, hay en todas las aulas.

Hemos organizado este artículo en tres secciones. En la primera damos cuenta de la preponderancia del ideal extrovertido; en la segunda abordamos el modo de ser introvertido y en la tercera sección destacamos la importancia de convertir las aulas en un entorno académico que resulte cómodo y favorable para todos los alumnos.  


El ideal extrovertido en las aulas

En occidente se valora en extremo la valentía, la intrepidez y la habilidad para hablar en público. En contraste con las culturas orientales de China o Japón que valoran más el silencio, la humildad y la sensibilidad, nuestra sociedad tiende a considerar que la personalidad extrovertida es la ideal, mientras que la introvertida es más bien defectuosa y debe ser, por tanto, corregida.

De hecho, en los países occidentales muchas instituciones educativas (universidades, escuelas) están diseñadas para favorecer a los extrovertidos. En ellas abundan tanto los trabajos en equipo como las actividades sociales con discursos y celebraciones de todo tipo. En este sentido, el escenario en el que los estudiantes a menudo tienen que aprender a desenvolverse está constituido por aulas dominadas por debates en grupo —en los que el profesor apremia al alumno a participar—, almuerzos bulliciosos, jornadas sin tiempo alguno para pensar. Muchos profesores consideran que el alumno ideal es el extrovertido.

Merece la pena destacar que en las aulas se impone el modelo extrovertido, sin tener en cuenta las diferencias en el modo de ser de los alumnos. Se considera que ser extrovertido es mejor, cuando sabemos de sobra que no es así. Como dice el reconocido psicólogo Brian Little, los seres humanos crecen más en lo personal cuando ocupan puestos de trabajo que están más de acuerdo con su personalidad (p. 365).  


El modo de ser introvertido

La introversión es un rasgo de la personalidad (con una base biológica y también cultural) que no se identifica con la timidez, ni con la cerrazón, o la falta de habilidades sociales. De hecho, hay personas introvertidas con excelentes dotes para relacionarse con los demás.

Los introvertidos se caracterizan por ser personas reservadas, reflexivas, que escuchan más que hablan y son poco amigas de ser el centro de la atención; a diferencia de los extrovertidos que son personas bulliciosas, expansivas, locuaces, desenfadadas, amigas de ser el centro de la atención. Se da por sentado que los introvertidos son asociales mientras que los extrovertidos son prosociales. Sin embargo, ninguna de estas dos afirmaciones —advierte Cain— es correcta; unos y otros son sociales, aunque lo son de un modo diferente. Ninguno de los dos tipos de personalidad es superior al otro (pp. 327-328).

Así, no todos nos relacionamos con los demás de la misma manera. Cada uno lo hace a su modo. Los introvertidos gustan del silencio, saben escuchar con atención, piensan antes de hablar y de actuar (pp. 217 y 226) —¡se toman su tiempo!— y perseveran en hacer bien el trabajo que tienen entre manos (pp. 248-249).

Quizá conviene decir —Cain da numerosos ejemplos— que hay grandes inversores, eficientes vendedores e importantísimos empresarios, que no han necesitado ninguna cualidad extrovertida para alcanzar su reconocida excelencia.  


Un entorno académico para todos

Los profesores debemos aceptar el modo de ser de cada alumno en particular, respetando sus límites naturales. Proceder de ese modo ayuda más a los alumnos que empujarlos a sobrepasar esos límites de manera forzada. Obligar a un alumno introvertido a expresarse en voz alta en el aula, o repetirle una y mil veces que sea más participativo, le va a servir de muy poco para aprender a expresar lo que lleva dentro y compartirlo con los demás. Los profesores tenemos que saber que el modo de ser de las personas determina en gran medida el modo de conversar y de demostrar el afecto y aprecio a los demás.

No cabe la menor duda de que el trabajo en grupo y la participación en clase beneficia a los estudiantes: el aula es una cierta preparación para la vida en sociedad. Sin embargo, si tenemos en cuenta que el modelo extrovertido es el que impera habitualmente en las aulas, para que el trabajo en equipo y la participación sean realmente beneficiosos para todos los alumnos, entonces su diseño (el tamaño y la organización de los grupos, el clima del aula, etc.) tendrá que contar también con el modo de ser de los alumnos introvertidos. Y todo esto, por supuesto, sin dejar de enseñar a todos los alumnos a estudiar por su cuenta, es decir, en soledad.

Según las estadísticas, de un tercio a la mitad de la población es introvertida. Se trata pues de que los profesores atendamos a todos los alumnos y evitemos así que los reservados, callados y sensibles consideren que su principal objetivo es el de aprender a pasar por extrovertido.

Si los profesores somos capaces de comprender el temperamento serio, introvertido o sensible de un buen número de nuestros alumnos y estamos convencidos de que son muchos los caminos que llevan a una vida plena, entonces no debemos olvidarnos de cultivar también el espíritu de los alumnos reservados, los apacibles, los autónomos, que muy probablemente serán muchos de los artistas, los ingenieros y los pensadores del mañana.

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María Rosa Espot (Barcelona) es Licenciada en Ciencias Biológicas por la Universidad Autónoma de Barcelona y Doctora en Humanidades por la Universitat Internacional de Catalunya. Desde 1978 es profesora en el Colegio La Vall de Bellaterra (Barcelona). Es autora de los libros La autoridad del profesor. Qué es la autoridad y cómo se adquiere (2006) y en colaboración con J. Nubiola, Aprender a divertirse (2011). Contacto: mrespot@la-vall.org

Jaime Nubiola (Barcelona, 1953) es profesor de Filosofía en la Universidad de Navarra, España. Entre sus libros se cuentan El taller de la filosofía, Pensar en libertad, Invitación  a pensar y en colaboración con F. Zalamea, Peirce y el mundo hispánico. Es director del Grupo de Estudios Peirceanos. Contacto: jnubiola@unav.es